Trump recibe consejos para potenciar su expansión de caminatas.

El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, expresó el deseo de colaborar con Estados Unidos durante su visita a la Casa Blanca, donde se reunió con el presidente Donald Trump. Esta reunión, realizada el lunes, se centró en temas sensibles relacionados con la migración, ya que Bukele ha sido reconocido por capturar a cientos de migrantes deportados por el gobierno estadounidense. En este contexto, la relación entre Bukele y Trump parece haber florecido, con un tono de camaradería que se dejó ver desde el inicio de la reunión.

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Durante la reunión en la Oficina Oval, el ambiente era notablemente relajado, y se observó una disposición positiva por ambas partes. Trump agradeció a Bukele, manifestando su aprecio por el apoyo que El Salvador ha brindado. «Nos ayudan. Lo apreciamos», comentó el presidente estadounidense en presencia de varios miembros de su gabinete, incluida la secretaria de Estado y el abogado general.

Bukele respondió con entusiasmo, reiterando su intención de colaborar y ayudar en los desafíos que enfrenta su país. Sin embargo, no todo fue cordial. En medio del diálogo, Trump planteó que debía encarcelar a algunos delincuentes para liberar a los ciudadanos estadounidenses de su influencia, argumentación que levantó algunas cejas, dado el enfoque directo que el presidente estadounidense suele tener sobre la delincuencia y la inmigración.

El presidente salvadoreño Nayib Bukele (izquierda), junto con su homólogo estadounidense, Donald Trump.

Asimismo, la conversación incluyó un tema delicado: el caso de Kilmar Abrego García, un salvadoreño deportado por error. A pesar de la insistencia de la justicia estadounidense para que el gobierno salvadoreño facilitara su regreso, la Casa Blanca se opuso. «Ningún tribunal de los Estados Unidos tiene el derecho de dirigir la política exterior», sentenció Marco Rubio, un miembro destacado del gabinete.

– «No tengo poder» –

Cuando los periodistas cuestionaron a Bukele sobre la posibilidad de devolver a Abrego a Estados Unidos, su respuesta fue clara: «No tengo el poder de devolverlo a los Estados Unidos».

Kilmar Abrego García, el hombre que fue deportado a una prisión en El Salvador por «error».

La política migratoria se ha vuelto cada vez más complicada, y el gobierno de El Salvador ha comenzado a enviar a cientos de migrantes en situación irregular, principalmente originarios de Venezuela, a prisiones de alta seguridad en su territorio, decretando el uso de la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, una medida drástica que remonta a tiempos de guerra. Estos detenidos son, en muchos casos, acusados sin evidencias suficientes de pertenecer a pandillas.

Desde el punto de vista financiero, la cooperación entre ambos países ha sido sustancial. Según informes de la Casa Blanca, más de 200 personas han sido deportadas, generando un costo de alrededor de seis millones de dólares. Trump, al ser preguntado si se realizarían más deportaciones, afirmó que se haría «en la medida de lo posible», lo que indica una disposición a seguir manejando la migración de manera más controlada.

También hubo espacio para un tono más ligero en la conversación; Trump comentó sobre su relación con Bukele, destacando que lo conoce desde su juventud, incluso refiriéndose a él como un «adolescente». Esta camaradería entre ambos líderes se ve contrastada por la incertidumbre política que existe en torno a la migración y las políticas de protección internacional que se les otorgan a los salvadoreños.

A pesar de la dura retórica de Trump respecto a la inmigración, El Salvador parece gozar de un trato preferente. Esto es evidente en el estado de protección temporal que se les otorga a los salvadoreños en EE.UU., así como en la calificación del Departamento de Estado, que coloca al país en el Nivel 2, una categoría que se comparte con naciones como España y Francia. Esta situación refleja un guiño positivo hacia el turismo y las relaciones comerciales entre ambos países.

Con el apoyo de 2.5 millones de salvadoreños viviendo en los Estados Unidos, así como el impacto significativo de las remesas, el país centroamericano sigue siendo un socio importante para la economía estadounidense, especialmente en términos de exportaciones de productos como ropa y café. Las remesas enviadas por estas comunidades han llegado a ser decisivas, representando un notable porcentaje del PIB salvadoreño. Esto mantiene un paralelismo interesante en la política de inmigración que, aunque dura en general, muestra una flexibilidad importante cuando se trata de establecer relaciones bilaterales.

Esto contrasta con la desconfianza mostrada por la administración del ex presidente demócrata Joe Biden hacia El Salvador, lo que subraya el cambiante paisaje político e institucional que define la dinámica entre ambas naciones en el contexto actual. Fuente: AFP